Cansado de contaminar todos los rincones de la Tierra, el ser humano se propuso un nuevo reto al alcance de sus posibilidades: llevar su histórica capacidad para generar residuos más allá de su planeta. De momento vamos bien, cumpliendo objetivos: decenas de miles de objetos residuales orbitan alrededor de la Tierra sin que, de momento, sepamos muy bien cómo solucionarlos. Cada vez va a más, y es un problema gigantesco, ya que pone en peligro la seguridad de muchas misiones espaciales.
La NASA lleva cierto tiempo exponiendo el problema públicamente. Un problema que sus propias misiones han contribuido a generar. La basura espacial está compuesta en su mayoría por pedazos de satélites o piezas sobrantes de algún propulsor, además de restos de pintura que se desprende del fuselaje y otros objetos muy pequeños En función de su tamaño se pueden contabilizar o bien unas decenas de miles (alrededor de 20.000) o bien centenares de miles (más de 300.000). En cualquier caso, suponen un incordio y un peligro, porque orbitan a baja altitud y a gran velocidad.
Además, generan otro problema añadido: cuando colisionan entre sí o con otras misiones o satélites, crean aún más basura. Es un círculo vicioso, conocido como el síndrome de Kessler. Hace poco, la NASA publicó un vídeo-infografía en el que mostraba una reproducción de toda la basura espacial que rodea a nuestro planeta. No está ajustado a escala y tan sólo sirve de ilustración general, pero dibuja un escenario preocupante, dado que no sabemos cómo recuperar o bajar a la Tierra la mayor parte de ellos.
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